5 poemas de Garcilaso de la Vega y su importancia en la literatura española
Garcilaso de la Vega (1501-1536) fue un poeta y militar español del Siglo de Oro, considerado una de las figuras más importantes de la poesía renacentista en lengua castellana.
Su obra se caracteriza por la introducción de formas italianas en la lírica española, como el soneto, la égloga y la elegía, influenciado por autores como Petrarca y Virgilio.
A continuación, se pueden encontrar algunos de sus poemas más famosos.
1. Soneto XXIII
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende el corazón y lo refrena;y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.
El autor, influenciado por Petrarca, introdujo en la poesía española el motivo renacentista "Carpe diem". De este modo, el texto refleja la visión humanista del tiempo como un ciclo natural y la belleza como algo efímero. Así, se hace una invitación para aprovechar la juventud antes de que el paso del tiempo y la vejez marchiten la belleza.
Por ello, se describe el encanto juvenil de la mujer, comparando su rostro con las rosas (rojo) y azucenas (blanco), símbolos de frescura y pureza. Sus ojos, ardientes y honestos, reflejan una pasión controlada, lo que despierta admiración y respeto en el hablante.
Más adelante, se centra en el cabello dorado de la chica, que se compara con el oro y es descrito en movimiento. Esta imagen sugiere vitalidad y fugacidad, anticipando el paso del tiempo.
Hacia el final, se refuerza la idea de que todo es transitorio. El viento helado marchitará la rosa (símbolo de la juventud) y la vejez llegará inevitablemente, pues la vida sigue su curso sin cambiar su naturaleza.
Revisa ¿Qué es un soneto?: definición, estructura y ejemplos
2. Égloga I (fragmento) - Garcilaso de la Vega
Corrientes aguas puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
o con el pensamiento discurría
por donde no hallaba
sino memorias llenas de alegría.
Dentro de la obra de Garcilaso de la Vega destacan las églogas, composiciones del género bucólico en la que dialogan pastores. De origen griego, fueron retomadas durante el Renacimiento en donde se intensificó la visión idealizada y el tema romántico.
En estos versos se puede notar el tópico "Locus amoenus", que quiere decir lugar ameno. Así, se describe un espacio paradisíaco en el que se pueden encontrar árboles, agua y prados. El hablante logra expiar sus angustias a través de la belleza del paisaje, pues la naturaleza funciona como un bálsamo para las emociones.
3. Soneto V
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Nuevamente influenciado por Petrarca, Garcilaso de la Vega introdujo en la poesía española el ideal renacentista del amor platónico.
En este soneto se exalta el amor idealizado y absoluto, donde el hablante expresa su entrega total hacia la amada. Así, siente que su existencia depende completamente de ella.
Su rostro (gesto) se encuentra grabado en su alma, como si ella lo hubiera escrito y sólo él pudiera leerlo. Aunque no puede entender por completo sus emociones, su alma se ha moldeado a la medida de la dama. De este modo, su única razón para habitar el mundo es aquel amor. Su nacimiento, vida y muerte están ligados a ella.
Aunque el tono es apasionado, también resulta resignado, pues esta pasión desbordada se plantea como un destino irrenunciable que define el mundo.
4. Soneto XIII
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
El autor adapta el mito de Apolo y Dafne, narrado en Las Metamorfosis de Ovidio. En esta historia, Apolo se enamora de Dafne, pero ella huye y, al ser alcanzada, pide ayuda a su padre, el dios-río Peneo, quien la transforma en laurel para protegerla.
El poema expresa el dolor del amor no correspondido y la imposibilidad de alcanzar lo deseado. También muestra el ideal renacentista de la belleza y la naturaleza como parte de un mismo equilibrio.
Al inicio, se describe la transformación de Dafne en árbol: sus brazos se alargan y se convierten en ramas, mientras su cabello dorado se transmuta en hojas verdes.
Luego, su piel se endurece como la corteza de un árbol, su cuerpo deja de moverse y sus pies se arraigan en la tierra, convirtiéndose en raíces.
A partir de este momento, el foco cambia a Apolo. Su dolor es tan grande que sus lágrimas alimentan el laurel en el que Dafne se ha convertido.
Así, el hablante plantea la paradoja trágica del mito: cuanto más llora Apolo por la pérdida, más crece el árbol que simboliza su rechazo.
5. Elegía I
AL DUQUE D’ALBA EN LA MUERTE
DE DON BERNALDINO DE TOLEDOAunque este grave caso haya tocado
con tanto sentimiento el alma mía
que de consuelo estoy necesitado,
con que de su dolor mi fantasía
se descargase un poco y s’acabase
de mi continuo llanto la porfía,
quise, pero, probar si me bastase
el ingenio a escribirte algún consuelo,
estando cual estoy, que aprovechase
para que tu reciente desconsuelo
la furia mitigase, si las musas
pueden un corazón alzar del suelo
y poner fin a las querellas que usas,
con que de Pindo ya las moradoras
se muestran lastimadas y confusas;
que según he sabido, ni a las horas
que’l sol se muestra ni en el mar s’asconde,
de tu lloroso estado no mejoras,
antes, en él permaneciendo donde-
quiera que estás, tus ojos siempre bañas,
y el llanto a tu dolor así responde
que temo ver deshechas tus entrañas
en lágrimas, como al lluvioso viento
se derrite la nieve en las montañas.
Si acaso el trabajado pensamiento
en el común reposo s’adormece,
por tornar al dolor con nuevo aliento,
en aquel breve sueño t’aparece
la imagen amarilla del hermano
que de la dulce vida desfallece,
y tú tendiendo la piadosa mano,
probando a levantar el cuerpo amado,
levantas solamente el aire vano,
y del dolor el sueño desterrado,
con ansia vas buscando el que partido
era ya con el sueño y alongado.
Así desfalleciendo en tu sentido,
como fuera de ti, por la ribera
de Trápana con llanto y con gemido
el caro hermano buscas, que solo era
la mitad de tu alma, el cual muriendo,
quedará ya sin una parte entera;
y no de otra manera repitiendo
vas el amado nombre, en desusada
figura a todas partes revolviendo,
que cerca del Erídano aquejada
lloró y llamó Lampecia el nombre en vano,
con la fraterna rnuerte lastimada:
«¡Ondas, tornáme ya mi dulce hermano
Faetón; si no, aquí veréis mi muerte,
regando con mis ojos este llano!»
¡Oh cuántas veces, con el dolor fuerte
avivadas las fuerzas, renovaba
las quejas de su cruda y dura suerte;
y cuántas otras, cuando s’acababa
aquel furor, en la ribera umbrosa,
muerta, cansada, el cuerpo reclinaba!
Bien te confieso que s’alguna cosa
entre la humana puede y mortal gente
entristecer un alma generosa,
con gran razón podrá ser la presente,
pues te ha privado d’un tan dulce amigo,
no solamente hermano, un acidente;
el cual no sólo siempre fue testigo
de tus consejos y íntimos secretos,
mas de cuanto lo fuiste tú contigo:
en él se reclinaban tus discretos
y honestos pareceres y hacían
conformes al asiento sus efetos;
en él ya se mostraban y leían
tus gracias y virtudes una a una
y con hermosa luz resplandecían,
como en luciente de cristal coluna
que no encubre, de cuanto s’avecina
a su viva pureza, cosa alguna.
¡Oh miserables hados, oh mezquina
suerte, la del estado humano, y dura,
do por tantos trabajos se camina,
y agora muy mayor la desventura
d’aquesta nuestra edad cuyo progreso
muda d’un mal en otro su figura!
¿A quién ya de nosotros el eceso
de guerras, de peligros y destierro
no toca y no ha cansado el gran proceso?
¿Quién no vio desparcir su sangre al hierro
del enemigo? ¿Quién no vio su vida
perder mil veces y escapar por yerro?
¡De cuántos queda y quedará perdida
la casa, la mujer y la memoria,
y d’otros la hacienda despendida!
¿Qué se saca d’aquesto? ¿Alguna gloria?
¿Algunos premios o agradecimiento?
Sabrálo quien leyere nuestra historia:
veráse allí que como polvo al viento,
así se deshará nuestra fatiga
ante quien s’endereza nuestro intento.
No contenta con esto, la enemiga
del humano linaje, que envidiosa
coge sin tiempo el grano de la espiga,
nos ha querido ser tan rigurosa
que ni a tu juventud, don Bernaldino,
ni ha sido a nuestra pérdida piadosa.
¿Quién pudiera de tal ser adevino?
¿A quién no le engañara la esperanza,
viéndote caminar por tal camino?
¿Quién no se prometiera en abastanza
seguridad entera de tus años,
sin temer de natura tal mudanza?
Nunca los tuyos, mas los propios daños
dolernos deben, que la muerte amarga
nos muestra claros ya mil desengaños:
hános mostrado ya que en vida larga,
apenas de tormentos y d’enojos
llevar podemos la pesada carga
hános mostrado en ti que claros ojos
y juventud y gracia y hermosura
son también, cuando quiere, sus despojos.
Mas no puede hacer que tu figura,
después de ser de vida ya privada,
no muestre el arteficio de natura:
bien es verdad que no está acompañada
de la color de rosa que solía
con la blanca azucena ser mezclada,
porque’l calor templado que encendía
la blanca nieve de tu rostro puro,
robado ya la muerte te lo había;
en todo lo demás, como en seguro
y reposado sueño descansabas,
indicio dando del vivir futuro.
Mas ¿qué hará la madre que tú amabas,
de quien perdidamente eras amado,
a quien la vida con la tuya dabas?
Aquí se me figura que ha llegado
de su lamento el son, que con su fuerza
rompe el aire vecino y apartado,
tras el cual a venir también se ’sfuerza
el de las cuatro hermanas, que teniendo
va con el de la madre a viva fuerza;
a todas las contemplo desparciendo
de su cabello luengo el fino oro,
al cual ultraje y daño están haciendo.
El viejo Tormes, con el blanco coro
de sus hermosas ninfas, seca el río
y humedece la tierra con su lloro,
no recostado en urna al dulce frío
de su caverna umbrosa, mas tendido
por el arena en el ardiente estío;
con ronco son de llanto y de gemido,
los cabellos y barbas mal paradas
se despedaza y el sotil vestido;
en torno dél sus ninfas desmayadas
llorando en tierra están, sin ornamento,
con las cabezas d’oro despeinadas.
Cese ya del dolor el sentimiento,
hermosas moradoras del undoso
Tormes; tened más provechoso intento:
consolad a la madre, que el piadoso
dolor la tiene puesta en tal estado
que es menester socorro presuroso.
Presto será que’l cuerpo, sepultado
en un perpetuo mármol, de las ondas
podrá de vuestro Tormes ser bañado;
y tú, hermoso coro, allá en las hondas
aguas metido, podrá ser que al llanto
de mi dolor te muevas y respondas.
Vos, altos promontorios, entretanto,
con toda la Trinacria entristecida,
buscad alivio en desconsuelo tanto.
Sátiros, faunos, ninfas, cuya vida
sin enojo se pasa, moradores
de la parte repuesta y escondida,
con luenga esperiencia sabidores,
buscad para consuelo de Fernando
hierbas de propriedad oculta y flores:
así en el ascondido bosque, cuando
ardiendo en vivo y agradable fuego
las fugitivas ninfas vais buscando,
ellas se inclinen al piadoso ruego
y en recíproco lazo estén ligadas,
sin esquivar el amoroso juego.
Tú, gran Fernando, que entre tus pasadas
y tus presentes obras resplandeces,
y a mayor fama están por ti obligadas,
contempla dónde estás, que si falleces
al nombre que has ganado entre la gente,
de tu virtud en algo t’enflaqueces,
porque al fuerte varón no se consiente
no resistir los casos de Fortuna
con firme rostro y corazón valiente;
y no tan solamente esta importuna,
con proceso crüel y riguroso,
con revolver de sol, de cielo y luna,
mover no debe un pecho generoso
ni entristecello con funesto vuelo,
turbando con molestia su reposo,
mas si toda la máquina del cielo
con espantable son y con rüido,
hecha pedazos, se viniere al suelo,
debe ser aterrado y oprimido
del grave peso y de la gran rüina
primero que espantado y comovido.
Por estas asperezas se camina
de la inmortalidad al alto asiento,
do nunca arriba quien d’aquí declina.
Y en fin, señor, tornando al movimiento
de la humana natura, bien permito
a nuestra flaca parte un sentimiento,
mas el eceso en esto vedo y quito,
si alguna cosa puedo, que parece
que quiere proceder en infinito.
A lo menos el tiempo, que descrece
y muda de las cosas el estado,
debe bastar, si la razón fallece:
no fue el troyano príncipe llorado
siempre del viejo padre dolorido,
ni siempre de la madre lamentado;
antes, después del cuerpo redemido
con lágrimas humildes y con oro,
que fue del fiero Aquiles concedido,
y reprimiendo el lamentable coro
del frigio llanto, dieron fin al vano
y sin provecho sentimiento y lloro.
El tierno pecho, en esta parte humano,
de Venus, ¿qué sintió, su Adonis viendo
de su sangre regar el verde llano?
Mas desque vido bien que, corrompiendo
con lágrimas sus ojos, no hacía
sino en su llanto estarse deshaciendo,
y que tornar llorando no podía
su caro y dulce amigo de la escura
y tenebrosa noche al claro día,
los ojos enjugó y la frente pura
mostró con algo más contentamiento,
dejando con el muerto la tristura.
Y luego con gracioso movimiento
se fue su paso por el verde suelo,
con su guirlanda usada y su ornamento;
desordenaba con lascivo vuelo
el viento sus cabellos; con su vista
s’alegraba la tierra, el mar y el cielo.
Con discurso y razón, que’s tan prevista,
con fortaleza y ser, que en ti contemplo,
a la flaca tristeza se resista.
Tu ardiente gana de subir al templo
donde la muerte pierde su derecho
te basta, sin mostrarte yo otro enjemplo;
allí verás cuán poco mal ha hecho
la muerte en la memoria y clara fama
de los famosos hombres que ha deshecho.
Vuelve los ojos donde al fin te llama
la suprema esperanza, do perfeta
sube y purgada el alma en pura llama;
¿piensas que es otro el fuego que en Oeta
d’Alcides consumió la mortal parte
cuando voló el espirtu a la alta meta?
Desta manera aquél, por quien reparte
tu corazón sospiros mil al día
y resuena tu llanto en cada parte,
subió por la difícil y alta vía,
de la carne mortal purgado y puro,
en la dulce región del alegría,
do con discurso libre ya y seguro
mira la vanidad de los mortales,
ciegos, errados en el aire ’scuro,
y viendo y contemplando nuestros males,
alégrase d’haber alzado el vuelo
y gozar de las horas immortales.
Pisa el immenso y cristalino cielo,
teniendo puestos d’una y d’otra mano
el claro padre y el sublime agüelo:
el uno ve de su proceso humano
sus virtudes estar allí presentes,
que’l áspero camino hacen llano;
el otro, que acá hizo entre las gentes
en la vida mortal menor tardanza,
sus llagas muestra allá resplandecientes.
(Dellas aqueste premio allá s’alcanza,
porque del enemigo no conviene
procurar en el cielo otra venganza).
Mira la tierra, el mar que la contiene,
todo lo cual por un pequeño punto
a respeto del cielo juzga y tiene;
puesta la vista en aquel gran trasunto
y espejo do se muestra lo pasado
con lo futuro y lo presente junto,
el tiempo que a tu vida limitado
d,a1lá arriba t’está, Fernando, mira,
y allí ve tu lugar ya deputado.
¡Oh bienaventurado, que sin ira,
sin odio, en paz estás, sin amor ciego,
con quien acá se muere y se sospira,
y en eterna holganza y en sosiego
vives y vivirás cuanto encendiere
las almas del divino amor el fuego!
Y si el cielo piadoso y largo diere
luenga vida a la voz deste mi llanto,
lo cual tú sabes que pretiende y quiere,
yo te prometo, amigo, que entretanto
que el sol al mundo alumbre y que la escura
noche cubra la tierra con su manto,
y en tanto que los peces la hondura
húmida habitarán del mar profundo
y las fieras del monte la espesura,
se cantará de ti por todo el mundo,
que en cuanto se discurre, nunca visto
de tus años jamás otro segundo
será, desde’l Antártico a Calisto.
Este es un poema de lamento y consuelo ante la pérdida de un ser querido. En él se aborda el dolor por la muerte prematura, la fugacidad de la vida y la inmortalidad del alma.
Comienza describiendo el dolor del Duque de Alba con gran dramatismo y presenta la muerte como un destino ineludible, incluso para los hombres ilustres y valientes.
Asimismo, se sugiere que el alma del difunto ha alcanzado la inmortalidad, lo que debería aliviar el sufrimiento de los vivos.
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Biografía de Garcilaso de la Vega
Nació en Toledo, España, alrededor de 1501 y murió en Niza, Francia, en 1536. Perteneció a una familia noble y fue un destacado soldado y poeta del Renacimiento español.
Sirvió en la corte del emperador Carlos I de España y participó en varias campañas militares, lo que influyó en su obra.
Su muerte prematura ocurrió debido a las heridas sufridas en una batalla en Provenza.
Estilo literario y aporte a la literatura
Garcilaso de la Vega introdujo en España la métrica y los temas de la poesía renacentista italiana, influenciado por Petrarca y los poetas latinos como Virgilio y Ovidio. Sus obras se caracterizan por:
- Uso del endecasílabo y la métrica italiana, incluyendo el soneto, la égloga y la canción.
- Temas amorosos y bucólicos, con una visión idealizada del amor y la naturaleza.
- Tono melancólico y nostálgico, reflejando el dolor del amor no correspondido y la fugacidad de la vida.
- Influencia de la mitología clásica, como en su famoso Soneto XIII.
Su principal aporte fue la renovación de la poesía española, estableciendo un modelo que influyó en poetas como Fray Luis de León y San Juan de la Cruz.
Obras más importantes
Su producción poética es breve, pero fundamental para la literatura española. Sus principales obras incluyen:
- Sonetos (40 en total): Reflejan su dominio del endecasílabo y los temas amorosos.
-
Églogas (3): Poemas pastoriles donde los personajes expresan sus sentimientos en un paisaje idealizado.
- Égloga I: la más famosa, sobre el amor imposible de Salicio y Nemoroso.
- Égloga II: amor, dolor y elementos mitológicos.
- Égloga III: un canto a la naturaleza y el amor.
- Canciones (5): Inspiradas en el amor cortés y la poesía italiana.
- Elegías (2): Poemas de tono melancólico y reflexivo.
- Odas: De influencia clásica, en especial la "Oda a la flor de Gnido".
Su poesía fue recopilada y publicada póstumamente en 1543 junto con la de Juan Boscán.
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